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3 de diciembre de 2025Silicon Valley podría estar construyendo, sin admitirlo, la mayor burbuja tecnológica desde la era de las puntocom. Y la señal más reciente ha llegado de la mano de Nvidia.
El otro día, la compañía publicó un dato que pasó casi desapercibido entre titulares eufóricos: su Days Sales Outstanding (DSO) —el indicador que mide cuántos días tarda la empresa en cobrar lo que vende— se disparó a 53 días, cuando históricamente se ha movido en torno a los 46.
Puede parecer una diferencia menor, pero no lo es: una semana extra equivale a unos 10.400 millones de dólares en ingresos aún no convertidos en efectivo. En términos contables, significa que Nvidia está financiando a sus propios clientes, y que una parte creciente de sus ventas todavía no se ha materializado en dinero real.
El circuito de dinero que se retroalimenta
Según esta hipótesis, una parte del boom de la IA estaría sostenida por un ecosistema que se financia a sí mismo:
- Nvidia invierte en startups de inteligencia artificial.
- Estas startups utilizan ese capital para contratar servicios en la nube.
- Los proveedores de cloud destinan esos ingresos a comprar chips de Nvidia.
- Nvidia registra esas ventas como ingresos contables.
El problema: la demanda no proviene totalmente del mercado abierto, sino del propio circuito que Nvidia impulsa. Es un ecosistema cerrado que infla sus propios números.
Tres cifras que preocupan
Los datos recientes de Nvidia refuerzan estas sospechas:
- Cuentas por cobrar: 33.400 millones de dólares → el doble que hace un año.
- Inventarios: 19.800 millones de dólares → aumentan pese a la supuesta escasez global de chips.
- Compromisos con proveedores cloud: 26.000 millones de dólares → duplicados en solo 90 días.
En total, 79.200 millones de dólares inmovilizados, una cifra que supera incluso los 64.800 millones de dólares generados en efectivo durante el último ejercicio.
La paradoja del “exceso de demanda”
Uno de los signos más extraños es el aumento del inventario en un 32%, justo cuando Nvidia y los grandes actores tecnológicos hablan de una demanda “desbordada”.
Si realmente hubiese escasez extrema:
- el inventario debería caer, no subir.
- el producto no debería permanecer almacenado, sino agotarse.
La contradicción alimenta la idea de que las ventas reales podrían no ser tan fuertes como la narrativa dominante sugiere.
El flujo de caja tampoco acompaña
Otro dato clave:
El flujo de caja operativo apenas representa el 75% del beneficio neto.
En empresas sanas, este porcentaje suele ser igual o superior al 100%.
Esa brecha del 25% apunta a que una parte del beneficio declarado podría no llegar nunca a la caja, reforzando la teoría de ingresos contabilizados pero no cobrados.
La posible secuencia del estallido
Según este escenario, el deterioro sería progresivo, pero inevitable dentro de los plazos contables:
- Diciembre 2025: los informes de antigüedad de deuda empezarían a mostrar tensiones.
- Febrero 2026: última ventana para que los inversores reaccionen.
- Abril 2026: reconocimiento de los primeros ajustes por cuentas incobrables.
- Octubre 2026: deterioro evidente y ya imposible de ocultar.
El efecto en bolsa sería devastador: las acciones, actualmente alrededor de 140 dólares, podrían caer a la mitad tras los ajustes.
No es opinión: es contabilidad
La advertencia se basa en una norma básica de las GAAP estadounidenses:
Cuando las cuentas por cobrar superan ciertos plazos —especialmente por encima de 60 días—, las empresas están obligadas a reconocer pérdidas o reducir ingresos declarados.
Casos históricos como Nortel y Lucent mostraron cómo los ciclos de financiación circular pueden inflar artificialmente las ventas… hasta que el mercado descubre que los ingresos no son reales.
La señal clave para detectar una burbuja
El mensaje final para los inversores es simple:
vigilar el DSO.
Cuando empieza a superar los 50 días en empresas tecnológicas, puede ser el síntoma más claro de que:
- la calidad de los ingresos se está deteriorando,
- el crecimiento es menos orgánico de lo que parece,
- y una burbuja podría estar a punto de estallar.


